viernes, 24 de agosto de 2007

Catedeal "NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN"



Catedral Basílica Nuestra Señora de la Asunción
Una vez fundada la ciudad en 1537, tuvo solamente una iglesia pajiza que necesariamente estuvo ubicada en el sitio en donde se hicieron las primeras construcciones de la ciudad, en lo que hoy son los barrios del Altozano, la Pamba y Tulcán al pie del cerro de la Eme, que es en donde se han encontrado los cimientos de edificaciones más antiguas y también por las costumbre de los conquistadores de poblar en donde se encontraban las chozas de los indígenas, a quienes desalojaron y quienes siempre construían sus habitaciones al pie de las pequeñas eminencias o cerros y quizá buscando la protección de los vientos y avenidas o muy seguramente como estrategia, defensiva contra otras tribus enemigas.
La población fundada por los españoles se extendió hacia el sur y hacia el occidente del cerro. Con Belalcazar vino el capellán de sus tropas un religioso mercedario, Fray Bernabé Hernando de Granada, quien fuera el primero que ofició la misa en Popayán, hasta cuando fuera nombrado el primer cura de la ciudad García Sánchez, mientras Bernabé continuó con el fundador buscando el Dorado.
En 1557. el primer obispo maestro Juan del Valle solicito de la Corte de España la facultad de fundar una iglesia “capaz y decente”Y en 1558, hizo la erección material de la primera catedral con los señores Francisco Jiménez de Rojas como Deán, Francisco Rojas Gra­nadino como arcedeán y Francisco de Cuellar como chantre.
Como no había dinero ni materiales, corno teja, la primera catedral fue pajiza y muy seguramente estuvo ubicada en el lugar o cerca a donde posteriormente se edificó la Ermita, pues para entonces ya se había extendido la ciudad hacia el sur.
En 1575 se trató de levantar otra iglesia pues la anterior se había deteriorado mucho por las lluvias y la débil construcción
En 1576, y de acuerdo con el repartimiento ordenado en Cali y que consta en documento en letra cortesana, a la catedral de Popayán le asignaron quinientos pesos de buen oro de veinte quilates para iniciar la construcción nueva.
La segunda catedral ya fue de teja y ladrillo. El lugar fue escogido por el ilustrísimo señor Ulloa con el capítulo y con las autoridades civiles y el vecindario. Colocó la primera piedra y una inscripción latina en lámina de plata, recordatoria de tan importante acto. Esta placa fue hallada el 18 de octubre de 1818 por el doctor don Salvador Jiménez y Padilla, cuando comenzó a despejar el plano de la antigua catedral para levantar la tercera. La placa se encontró a cuatro varas de profundidad en el lugar en donde estuvo ubicado el altar mayor de la segunda catedral, la que se juntó con la que se grabo en 1819 por el ilustrísimo señor Padilla, se colocaron en una caja hermética de estaño, la que a su vez se coloco dentro de otra de piedra de cantera cuadrada que fue la primera piedra que se colocó en 1819. Para esta segunda catedral el Rey dio dieciocho mil pesos y los vecinos de la diócesis reunieron treinta mil. En 1602 todavía no se había terminado la construcción y en 1682 se construyó la torre de la catedral costeada por el obispo Bernardo de Quiroz.
El terremoto del 2 de febrero de 1736 destruyó todas las iglesias, dejando en pie únicamente a la Ermita. La segunda catedral se deterioró mucho. En 1760, los padres Gandolfi, venido de Quito y el padre Simón Shenherr, lego Jesuita alemán trataron de refaccionarla y darle mayor solidez, construyendo las capillas laterales y el pretil. Esta Se­gunda catedral tenia la puerta principal mirando al occidente (hoy carrera 7ª ): al costado sur estaba la capilla del Sagrario; pegada a ésta había una casita alta de ladrillo y teja para vivienda de los coadjutores y pegada a ésta la casa Episcopal. La torre, en la que se usaron noventa y seis mil ladrillos, tenia tres cuerpos, coronada por una cúpula sobre dos cuerpos de orden toscano. El terremoto de 1736 destruyo la cúpula y desde entonces se redujo a dos cuerpos, como está hoy.
La segunda catedral tenia el bautisterio debajo de la torre. La capilla de las ánimas y el panteón de la familia García de Lemos al costado norte. Con la capilla de la Virgen de la Asunción estaba el panteón de la familia Velasco. Al lado de la casa Episcopal se hallaba la capilla de Santa Bárbara patrona de este obispado y al frente la capilla de San Pedro. Todas estas capillas se construyeron después del terremoto del 36, para darle solidez y apoyo a la iglesia.
Después de las reparaciones hechas en 1772 la iglesia estaba en regular estado con grietas y goteras y finalmente decidieron demolerla, funcionando como catedral la Ermita por un tiempo, y luego la iglesia de la Compañía. Desde 1785, la segunda catedral estaba reducida a escombros Duro ciento noventa años desde 1594 hasta 1784.
La tercera fue encargada por el Papa al Obispo Velarde en 1788; pidió a España mapas y planos a Un costo de mil pesos. Los planos fueron remitidos por la Academia de San Fernando y el costo de la obra se calculó en quinientos mil pesos. Se presentaron dificultades por el costo y por el tiempo que demoraría la construcción. Se pidió al deán, doctor arquitecto don Marcelino Arroyo, para que planeara la obra a diez años; planeó el templo en forma de cruz griega, desmontando el antiguo plano. Esta iglesia ubicaba el altar mayor y la puerta principal frente a la plaza mayor. Se rompieron los fosos para las cuatros columnas que debían sostener el cimborio o media naranja. Los cimientos fueron de piedras grandes de cantera, labradas y unidas con cal.
El día 30 de mayo de 1819 se coloco la primera piedra por el obispo Padilla y se enterró la placa correspondiente. La obra se interrumpió a raíz de la batalla de Boyacá y la disminución de las rentas de la iglesia, permaneciendo interrumpida desde 1819 hasta 1856 año en que el ilustrísimo doctor Pedro Antonio Torres, de gratísima recordación y a base de limosnas y con la importante colaboración del señor José Maria Mosquera y Mosquera, la reiniciaron.
Como puede verse, prácticamente no hubo tercera catedral Sino simplemente proyectos
El Obispo Torres tuvo una idea excelente y fue ordenar al ebanista Rafael Paredes, una maqueta en madera de la forma como quedaría la nueva catedral, faltándole solo el coro capitular, el altar mayor, Con el sagrario y el pulpito, La maqueta costo 70 pesos sencillos. Arreglado el lote, sacadas las placas con el tesoro enterrado en 1819 por el señor Padilla, el 6 de agosto de 1856 se marco el terreno; el alarife Baltasar Paredes Cuellar nivelo los cimientos que ya había y colocaron la Primera piedra el 15 de agosto del 56 bajo una tolda improvisada.
La Guerra Civil de 1860 a 1863 frustro la continuación de la obra indefinidamente. Así que ni el obispo Cuero y Caicedo ni el señor Bermúdez pudieron emprender de nuevo con la obra.
Fue el obispo Ortiz quien con ánimo decidido acometió de nuevo, en época de más bonanza.
El proyecto de José Maria Mosquera fue sustancialmente reformado por el padre Fray Serafín Barbetti, arquitecto italiano que había per­tenecido aquí a la comunidad franciscana.
Durante el obispado del señor Manuel José de Caicedo se confió la dirección técnica de los trabajos a don Adolfo Dueñas Lenis quien construyo la cúpula, quien también reconstruyó a Belén después del terremoto de 1885 y decoró a San Francisco en 1902; diseñó y cons­truyó la arcada y la puerta de hierro del hoy Hotel Monasterio y muchas otras obras. Trabajó en la cúpula durante varios años entregándola terminada en 1906.
La catedral fue como todos los templos de Popayán despojada por Nariño de su inmensa riqueza artística. El 12 de diciembre de 1909 se estrenó un hermoso órgano traído de Paris. uno de los mejores, llegados a Suramérica hasta ese entonces.
Entre las imágenes de la catedral tenemos el Cristo de la Buena Muerte, San Joaquín, Santa Ana y la Virgen del Tránsito (estas tres ultimas del taller de Caspicara). La Inmaculada, de Legarda, verdadera joya nacional, la de la dolorosa historia de “La Corona”. Pertenecen a la catedral también obras pictóricas de Pedro Tello (La Pasión de Cristo 1803) y Cortés (San Miguel Arcángel 1771). El bellísimo tene­brario en madera dorada, un atril de plata y muchas otras obras de arte colonial.
El terremoto del 31 de marzo de 1983, fue desastroso para nuestra catedral. La bellísima cúpula se vino a tierra lo mismo que la mayoría de los techos conservándose parte de la arquería. Fue el templo más afectado, desapareciendo uno de los símbolos de la ciudad. Eran las ocho y quince de la mañana y ya comenzaban a llegar los fieles para la celebración de los oficios de Jueves Santo. De entre los escombros salieron varios cadáveres. Era realmente doloroso y triste recorrer nuestra plaza de Caldas, ese fatídico día y ver destruida la obra que durante cuatrocientos cincuenta años había construido un puñado de gentes que ha luchado con tenacidad contra la furia de la naturaleza y contra la desmembración de su antigua gobernación y aportando lo mejor de su recurso humano en la lucha por los mas puros ideales del País, ya en las contiendas civiles con sus soldados y generales, ya en la conducción de los destinos dcl País.
La catedral, desde el punto de vista critico colonial, arquitectónicamente careció de retablos barrocos. Monseñor Samuel Silverio Bui­trago embellecido el templo en 1978, con obras que mejoraron muchísimo su aspecto interior.

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